El tejido empresarial de España cuenta con un extenso parque
de pequeñas y medianas empresas, pero son las más pequeñas donde el valor de
trabajo adquiere una dimensión más personal, aunque con un evidente enfoque
social y de responsabilidad directa con su viabilidad. El trabajo autónomo o
autoempleo, entendido en la dimensión individual de desarrollo de actividades
empresariales o profesionales, acapara la mayoría de los negocios y pequeñas
empresas españolas, son esenciales para el desarrollo de los distintos
territorios, especialmente para el mundo rural. Por su parte, la economía
social constituye un sector de refugio en tiempos de crisis, siendo una forma empresarial de indiscutible interés social y una importante fórmula de creación
de empleo de base solidaria.
La dispersión de pequeños negocios, con sus propias
peculiaridades, donde se aúnan características de empresarios y trabajadores,
invita a potenciar una atención específica e integrada para este ámbito,
particularmente por tratarse también de un tipo de empleo con un alto grado de
estabilidad. Además, no es menos cierto que tanto el trabajo autónomo como la
economía social se están mostrando como vías idóneas para el desempeño de las
nuevas actividades emergentes y, a la vez, están haciendo aflorar multitud de empleos que
hasta ahora se encontraban en el ámbito del trabajo no declarado.
Comercio y hostelería fueron tradicionales actividades de expansión
para pequeñas y medianas empresas, pero hoy ese abanico se ha abierto con una
proyección importante para actividades que actúan bajo el paraguas de las
nuevas tecnologías, las energías renovables y los servicios sociales, entre
otras.
En nuestro apartado de "IDEAS DE NEGOCIO" aparecen algunas
sugerencias para ayudar en el desarrollo de las inquietudes emprendedoras.
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